|

Síguenos

| | | |
Vista de un pueblo tradicional dentro del cordón medioambiental

Pie de foto: Vista de un pueblo tradicional dentro del cordón medioambiental

Título de la noticia El Fondo contribuye a un proyecto de paz en Colombia

Fecha de publicación de la noticia 05/12/2011 - 00:00

Categorías de la noticia Agua y saneamiento

Resumen de la noticia Acosados por el largo conflicto armado de Colombia, algunos pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta han creado un cordón medioambiental para evitar su desplazamiento, preservar sus tradiciones y proteger los recursos naturales. El Fondo de Agua prepara un proyecto que empleará métodos respetuosos con las tradiciones ancestrales para potabilizar el agua y gestionar el saneamiento.


Contenido de la noticia

"El daño que le hacemos al agua nos lo hacemos a nosotros mismos”: Elisabeth Mestre, madre indígena arhuaca de la Sierra Nevada de Santa Marta, epicentro hídrico de Colombia.

Esta mañana en Achinthkua, al suroriente de la Sierra Nevada de Santa Marta, se escucha la música ancestral de los indígenas wiwa que imitan el sonido del agua. Estamos en el municipio de San Juan del Cesar, en plena Guajira; a hora y media de Valledupar por caminos intransitables, junto a los ríos Cesar y Barcino. Hoy no es un día normal. Por fin, gran parte del pueblo indígena Wiwa ha dejado lo alto de las montañas donde se resguardaron de la guerra para regresar a Achinthkua, el corazón de sus tierras de origen donde acaban de inaugurar un pueblo construido a la manera tradicional.

Desde aquí pretenden proteger su agua, la riqueza ecológica de la Sierra y su forma de vida ancestral. Pero no lo harán solos, sino junto a las otras tres etnias indígenas que habitan la Sierra. Los cuatro pueblos descendientes de los taironas –wiwas, kankuamos, arhuacos y kogus – han puesto en pie el cinturón medioambiental de la Sierra Nevada de Santa Marta al construir once pueblos que harán de frontera con el mundo occidental. Y muy pronto el agua llegará a sus centros de salud, farmacias, internados y colegios gracias a un sistema de saneamiento y potabilización acorde con el respetuoso espíritu indígena. En la Sierra mantener el agua sin contaminar es una cuestión de conciencia y necesidad.

Uno de los pueblos recién construidosUno de los pueblos recién construidos

Y es que en la Sierra Nevada de Santa Marta todo gira en torno al agua. Por algo es una de las mayores reservas hídricas de Colombia, el lugar donde nacen 35 cuencas que pueden dar de beber a más de dos millones de personas. Aquí conviven todos los climas imaginados; el bosque transita de la sequía al trópico, del desierto al gélido frío de los glaciares. Y en pocos kilómetros el agua helada de los picos llega a los ríos, a las lagunas y al mar. El agua lo es todo, y los cuatro pueblos indígenas que habitan las montañas de la Sierra Nevada se niegan a poner en jaque el líquido elemento que mantiene sus tierras vivas.

“Todo lo que le hagamos al agua nos lo hacemos a nosotros mismos”, dice Elisabeth Mestre desde uno de los caminos que llevan hasta Nabusímake, capital administrativa del resguardo arhuaco. Elisabeth es indígena arhuaca, vive en la Sierra a la manera tradicional como madre de dos hijos, cada día cocina con fuego y se nutre del agua que llega hasta ella a través de riachuelos. Desde niña sabe que para su etnia el agua ha de fluir libre de tuberías porque es la voz con la que se expresa la naturaleza y la Sierra. “El agua está viva y sufre, la tierra es el planeta del agua, y para nosotros representa lo femenino”, explica mientras deja claro que para cualquier indígena descendiente de los taironas, que consideran la Sierra Nevada de Santa Marta como el corazón del mundo, cuidar el agua es una cuestión de credo, pero también de inteligencia. “Lo que le hagamos al agua nos lo hacemos a nosotros porque nosotros somos parte de la naturaleza”.

En el cinturón medioambiental, como en todos los pueblos de la Sierra, cada gota de agua es también un seguro a futuro. Por ello las tuberías, los sistemas de cloración, desinfección o aditivos, al igual que cualquier sistema de transporte que rompa el flujo natural del agua, choca contra la visión tradicional indígena y, por supuesto, contra su apoyo. Por el contrario, todos los sistemas de agua potable y saneamiento del cinturón medioambiental de la Sierra Nevada de Santa Marta, que financia en gran parte la Cooperación Española a través del Fondo de Agua con 1.1 millones de euros, respetan el equilibrio ecológico de la Sierra.

“La diferencia con respecto a otros proyectos es que el agua se ve como la fuente de vida”, explica desde Bogotá Ivan Montaño, ingeniero responsable del sistema de aguas del cordón ecológico de la Sierra Nevada de Santa Marta. “No se usan productos químicos para sanear el agua, sino que para su tratamiento se usarán acueductos con los que podremos entregar el agua saneada y con calidad. El proyecto responde a la solicitud de las comunidades indígenas para perpetuar su cultura y tradición ancestral”.

El programa de aguas y saneamiento para el cinturón medioambiental de Sierra Nevada de Santa Marta se encuentra en la fase previa al inicio de su ejecución pero ya se vive como la concreción de un sueño. “Uno de los objetivos del cordón ecológico es liberar de la presión humana los nacederos de agua y nevados que están en lo alto, también proteger las cuencas de los ríos de la región Caribe”, afirma Montaño para quien la Sierra es clave para Colombia “por su importancia ecológica, cultural y estratégica”.

El agua y la lucha pacífica de un pueblo

De hecho, la historia del agua en la Sierra es el fiel retrato de la lucha pacífica por la supervivencia de cuatro pueblos indígenas reconocidos y respetados en Colombia por su sabiduría ancestral, que han tenido que enfrentarse a la encarnizada guerra colombiana con las armas de la paz. Y el cinturón medioambiental de la Sierra Nevada de Santa Marta también es el gran ejemplo de cómo los indígenas defienden su cultura con una clara estrategia.

"El cordón medioambiental garantiza el futuro de la nueva generación, e impide que perdamos nuestros espacios ancestrales”, afirma Margarita Villafañe, Coordinadora administrativa de los proyectos indígenas de la Sierra. En plena Sierra, muy cerca de la capital arhuaca de Nabusímake, Margarita viste su manta blanca tradicional y sonríe mientras, rodeada de bosque y agua, habla: “Nosotros buscamos la forma de proteger el medio y respetar nuestro sistema cultural. Este proyecto es la concreción de un sueño”.

Indígenas seykun construyen una vivienda con métodos tradicionales Indígenas seykun construyen una vivienda con métodos tradicionales

Margarita, que creció en la Sierra Nevada de Santa Marta como indígena pero estudió en Estados Unidos y se considera puente entre la cultura occidental e indígena, conoce de cerca el periplo del cordón medioambiental. Trabaja en la Casa Indígena pero pasa todo el tiempo que puede en la montaña donde se crió y siempre ha estado unida a los mamos, que son los líderes espirituales y políticos de la Sierra. Margarita vivió de cerca el asesinato por parte de la guerrilla de Mariano Suárez Chaparro, el mamo que soñaba con crear un espacio donde los indígenas pudieran estar a cubierto de la extorsión de los grupos armados.

“Cuando asesinaron a Mariano Suárez no quisimos que su muerte fuera en balde”, explica. “Él soñaba con crear un lugar en el que los indígenas no fueran desplazados si aumentaba la presión armada. Pedimos ayuda para hacerlo y la encontramos”. Y es que el cordón medioambiental de la Sierra Nevada de Santa Marta, que protegerá el agua y el bosque, también es una apuesta estratégica para evitar que los habitantes de los pueblos de la Sierra sean desplazados.

La guerra que vive Colombia desde hace más de cincuenta años es la otra cara de la Sierra Nevada de Santa Marta a la que el cinturón ecológico pretende responder. Durante décadas la guerrilla y los paramilitares han extorsionado – y siguen extorsionando – a los indígenas. Asesinaron a algunos de sus líderes y amedrantaron a numerosas familias. Pese a todo, la respuesta indígena fue pacífica, y decidieron responder al conflicto con las armas de la paz, con la huida hacia las zonas frías y en algunos casos también con el desplazamiento. Para un indígena dejar la tierra es abandonar sus espacios sagrados y en muchos casos también perder la identidad.

Alejandra Cortés, defensora de los derechos humanos, es muy consciente de ello porque ha prestado ayuda a algunos indígenas de la Sierra. “El cinturón medioambiental es un prototipo de zona humanitaria ecológica para defender la vida y también el medioambiente. Los indígenas han creado un escudo para poder estar seguros en sus tierras”, explica desde Valledupar la activista, que hace varios años participó en una misión humanitaria desde la organización Acoprodes (Asociación Comunitaria pro Desarrollo Social) con la que colabora para garantizar la seguridad de los mamos kankuamos que decidieron regresar a sus tierras tras ser desplazados por los grupos armados.

Sin duda, el agua, que es la voz de la Sierra para los cuatro pueblos indígenas que la protegen, ahora canta.